Saturday, July 2, 2011

¿Quién le teme a Darwin?

Reseña del libro La peligrosa idea de Darwin, de Daniel C. Dennett
(926 págs., ISBN 84-8109-282-7, Galaxia Gutemberg, traducción de Cristóbal Pera Blanco-Morales). 

por Enrique Espinosa Arciniega y Martín Bonfil Olivera 
(publicada originalmente en el suplemento de libros Hoja por hoja,
núm. 44, págs. 18-19, 6 de enero de 2001)

Que las ideas pueden ser poderosas –y hasta peligrosas- es algo que pocos dudan. Hay ideas, sin embargo, que parecen tener vida propia y nos siguen sorprendiendo una y otra vez. La idea darwiniana de la evolución como proceso algorítmico ciego de selección a partir de la variación producida al azar –la famosa selección natural- es una de ellas. Y es por eso que el filósofo Daniel Dennett -uno de los pensadores más lúcidos e influyentes en el estudio de la conciencia- le ha dedicado su libro La peligrosa idea de Darwin, obra que está teniendo gran impacto en el pensamiento biológico y filosófico actual.

La gran influencia que han tenido las ideas de Charles Darwin en la biología contrasta con el gran rechazo que han generado, desde su publicación hasta nuestros días. ¿Será por eso que La peligrosa idea de Darwin ha tardado tanto en ser traducido al español? Hoy, aún antes que el libro de Dennett, los libros que pretenden rebatir sus tesis ya están disponibles en el mercado mexicano.

Para muchos, esta idea amenaza con arrebatarnos todo cuanto hay de sagrado en la vida humana ¿Es realmente tan peligrosa? Dennett consagra su libro a contestar esta pregunta, pero antes la explica y la defiende: “Este libro trata de por qué la idea de Darwin es tan poderosa, y por qué promete –no amenaza- con poner nuestras más preciadas visiones de la vida sobre nuevos fundamentos.”

Seguramente su peligrosidad reside en su poder para resolver no sólo problemas de la biología, sino también de otros campos, como el estudio de la conciencia (especialidad de Dennett). Según el autor, la idea de Darwin es como un ácido universal. Para algunos este ácido amenaza con disolver toda fe y toda ideología. Para Dennett, nos ofrece explicarlas, unificarlas y enraizarlas firmemente en el universo material, si bien es capaz de corroer hasta el último intento de conservar toda visión de la vida como producto de un proyecto superior.

La evolución por selección natural introduce la posibilidad de explicar la emergencia de la complejidad como producto de la adición gradual de partes: la acumulación de diseño. Esto es lo que Dennett llama “explicaciones tipo grúa”, por contraste con las que dependen de “ganchos celestes” (skyhooks), es decir, el recurso a eventos milagrosos. Esta idea de la generación de complejidad y orden mediante un mecanismo ciego y gradual es sencilla pero muy conflictiva.

Los seres vivos tienen un diseño muy bien ajustado a su medio y sus necesidades: están adaptados. Parecen estar hechos con un propósito, pero este diseño tan específico se puede explicar darwinianamente. La biología puede entonces verse como un estudio del diseño de los seres vivos. Como afirma Dennett, “la biología es ingeniería”. La vida: un diseño sin diseñador

Existen sin embargo, quienes consideran peligroso adjudicar a todo rasgo que muestre diseño una ventaja adaptativa, es decir, que aumente las probabilidades de que un organismo sea favorecido por la selección natural (que sobreviva y deje más progenie que otros). Entre ellos, Stephen Jay Gould, que ha acusado a Dennett de radical invocando al fantasma del “ultradarwinismo”. Dennett revisa estas objeciones y muestra que, a pesar de la existencia de fenómenos no adaptativos en la evolución, ésta sólo es concebible por selección natural. En otras palabras, el “adaptacionismo” es inevitable, pues sólo hay una alternativa: los milagros.

Otro tema polémico que Dennet aborda con gran claridad es el reduccionismo. Muestra que hay un reduccionismo sensato, que aprovecha las herramientas de la biología darwiniana para explicar fenómenos y estructuras complejas a partir de los mecanismos y estructuras sencillas que lo componen, y uno voraz (greedy), que se niega a reconocer fenómenos emergentes cuyas características pueden ser estudiadas sin importar los mecanismos que les subyacen.

La posibilidad de que el diseño emerja por selección gradual no se restringe entonces a la anatomía y fisiología de los seres vivos; Dennett la extiende también a sus productos y universaliza la idea darwiniana, llevándola desde la cosmología hasta la moral (aunque aquí fuerza un poco los límites). Utiliza para ello el concepto de “Espacio de Diseño”: el conjunto multidimensional de todas las combinaciones de cosas que podrían existir en el universo, incluyendo el subconjunto de las que realmente existen. Este gran conjunto (que Dennett equipara a la Biblioteca de Babel, de Borges) contiene a los seres vivos (“Biblioteca de Mendel”) y a los productos de la actividad humana: ideas, teorías, obras de arte.

Para Dennett, el “árbol de la vida” va explorando este espacio de diseño, dando frutos que van desde “inventos” como el ojo de un pez hasta obras humanas como la Pasión según San Mateo, de Bach, productos todos de un proceso histórico en el que la selección fue la fuerza conductora. Esto lo lleva al campo donde más enemigos se ha ganado: la vida humana con su alma, su psicología, su mente, su conciencia, su moral. “Quiero que la gente de otras disciplinas tome en serio el pensamiento evolucionista, mostrarles cómo lo han estado subestimando y por qué han estado escuchando a las sirenas equivocadas”.

Es al hablar del lenguaje, la conciencia y la cultura -abordadas desde sus primeros libros como Brainstorms y Consciousness explained- donde Dennet defiende más decididamente a Darwin. Lo defiende de científicos reconocidos como Penrose, Chomsky y otros enemigos no declarados de la idea de Darwin, quienes –por no entenderla, no quererla entender o no atreverse a llevarla hasta sus últimas consecuencias– la maquillan o la limitan, y con esto le dan falsas herramientas a los que con toda el alma quisieran que no fuera cierta.

Además de lo esclarecedor que resulta, este libro es también un ensayo de reivindicación. Se han creado muchos mitos e interpretaciones engañosas alrededor de la idea de Darwin, y es hora de aclararlas. Dennett está convencido de que no entender a Darwin es desperdiciar una herramienta poderosa para la comprensión de aspectos de la vida humana que hasta ahora han sido abordados con grandes limitaciones. Por eso defiende que los más altos productos de la cultura humana pueden ser entendidos como parte de la biodiversidad. Esto da vida a la posibilidad de unificar la biología y la cultura, naturalizando esta última.

¿Perdemos entonces lo más sagrado de nuestra existencia al someterlo a la acción del ácido universal de Darwin? No, según Dennett. En los universos paralelos de la vida y la cultura, vistos desde el lente darwiniano, no hay nada que temer, sólo hay mucho que entender.

Monday, March 21, 2011

El largo alcance de la selección natural

Querido Bonfil:


La biología tuvo mucha suerte en haber sido “late bloomer” en el determinismo. Me refiero a sus mecanismos moleculares, a sus bases bioquímicas. La bioquímica y la biología molecular, los mecanismos químicos detrás de los fenómenos biológicos son hallazgos del siglo XX. ¿Late bloomer relativo a qué, entonces? A la explicación de la existencia de especies. A la explicación de la configuración actual de la vida en el planeta. Tuvimos primero una explicación histórica, la evolución por selección natural de una fuente de variación, antes de poder entender la fuente de variación.


Fue una suerte. Imagínate que la química de la vida y la herencia se hubieran conocido antes de que se generalizara la idea de evolución por selección natural. Imaginemos que los bioquímicos y los biólogos moleculares, entusiasmados hasta la manía por sus hallazgos hubieran querido extraer de la biología molecular algún principio que determinara la existencia de las especies presentes y el fin de las especies extintas. Imagínate una biología con mecanismos pero sin un concepto de selección natural, obligada a que los mecanismos moleculares explicaran cada una de las especies existentes.


Nos parece ridículamente reduccionista. Salta a mi mente lo evidente del medio ambiente y las restricciones que impone, la relación entre las especies, el paso de millones y millones de años. Pero quiero fantasear que si la genética molecular y la bioquímica en general se le hubieran adelantado a la selección natural, podrían estar los biólogos teóricos más avanzados todavía tratando de llegar a un modelo que hiciera necesario el surgimiento de las especies a partir de la bioquímica. Se me ocurre.


Y todo esto viene de la idea de Lee Smolin de que quizá ya todas las leyes de la física y todos los modelos (particularmente el modelo estándar) ya estén más o menos en su lugar. Y, más importante, su idea de que, se avance en lo que se avance, el que estemos en este universo con estas leyes y estas constantes es el producto de un proceso de selección natural. La segunda parte de “The life of the cosmos” (que ya es un libro viejito) se llama “An Ecology of Space and Time”. No sé si tenga posibilidades de prosperar como teoría física, esta ocurrencia, pero es fascinante. Tal vez la naturaleza sí ha tenido otros universos con otras constantes físicas, menos exitosos que éste. Fascinante. ¿Podemos pensar que un problema de la física es que llegó hasta un punto donde el determinismo (recuerda que yo no le temo al determinismo) ya no es pertinente o necesario para contestarse ciertas preguntas? ¿Será que a ciertas preguntas sobre el universo sólo les hace falta la perspectiva histórica, evolutiva?



En cualquier caso, qué suerte tuvimos en biología, al tener primero la visión histórica y mucho tiempo después los mecanismos moleculares. La noción evolutiva es inseparable de la biología. Quizá debería serlo también de la física. Insisto: fascinante.
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